Declaración del Director
Era apenas un niño de 9 años cuando recibí al Señor Jesucristo un 7 de marzo de 1982 como mi único y suficiente Salvador, gracias al llamamiento de un hombre muy joven y su linda familia Misionera en una comunidad humilde de Costa Rica. A partir de ese momento comenzó mi vida como un creyente inexperto pero con mucho fervor por la Palabra del Señor y la obra de Dios. En medio de todas las dificultades y falencias económicas y emocionales que un joven de aquella época podía tener, encontré siempre en la Palabra y la iglesia un refugio.
Aun así y a pesar de todo, como joven servidor en la iglesia siempre sentía en mi corazón que había una necesidad muy grande fuera de las cuatro paredes de la iglesia y es por ese motivo que en mi corazón siempre ardía cada vez que llegaba un Misionero y comunicaba a la iglesia de todo lo que Dios estaba haciendo, fue cuando me di cuenta que tenía que dar un paso más allá y es por eso que entregué toda mi vida al Señor, hasta ahí todo era increíble pero vinieron los años difíciles en los que se pone a prueba la Fe, mi familia empieza a desmoronarse, nos trasladamos de localidad, lejos de la iglesia que me había visto nacer espiritualmente, de ahí en adelante todo empezó a cambiar, la ruptura matrimonial de mis padres, la muerte de mi hermana de apenas 9 años me convirtieron en un joven “pelota de ping-pong” un día dormía en un lugar, otro día en otro, muchas veces en un aula de alguna de las iglesias donde asistía, otras veces en casas de familiares, parecía que estaba destinado a tirar mi vida por la borda, solo la gracia y el amor de Dios no lo permitieron pero eso no implicaba que no iba a cometer errores más adelante.
A pesar de todas las buenas y malas experiencias coleccionadas que iba recogiendo nada apagaba el deseo de servir a Dios y la necesidad de poder ayudar a mi prójimo, pero tenía que aprender más de la Biblia, eso me llevó primero al Instituto Bíblico y luego al Seminario Bíblico como punto de partida en el desarrollo y conocimiento teológico. Serví en diferentes áreas y en diferentes iglesias, desde obrero hasta pastor, he podido compartir la Palabra y servir dentro y fuera del país, eso me llevo a conocer mucho más la necesidad y limitaciones que tienen las iglesias y comunidades fuera de los cascos centrales capitalinos, lo peor es que muchas de ellas no tienen apoyo de sus denominaciones por el simple hecho de no contar con un número significativo de membrecía, es ahí cuando el Señor pone en mi corazón trabajar en esa área, he visto el rostro de Pastores, niños, jóvenes y adultos iluminarse de gozo y alegría, tal como el mío un día se iluminó. Mi esposa Eunice y yo amamos servir, no somos perfectos, nuestros chicos tampoco pero nada, ni aun nuestros tropiezos nos podrán quitar el deseo de servir a Dios y a nuestros semejantes.
1 Juan 3:17 Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él?